Les dejamos un artículo que Pedro Azcoiti publicó sobre su correligionario a los 32 años de su muerte.
El 10 de Septiembre de 1976, caía asesinado por las bandas armadas de la
última dictadura militar –como tantos otros miles de argentinos- el
abogado y dirigente radical Sergio Karakachoff.
Junto a el caía también Domingo Teruggi, su socio en el estudio jurídico
y compañero de militancia estudiantil, que llegara a presidir la
Federación Universitaria Argentina.
La culpa de ambos: su vocación democrática, su identificación y
compromiso con la causa popular. Uno, desde la UCR, el otro, desde el
socialismo.
La vida de Karakachoff estuvo signada por un común denominador: la
militancia dentro del radicalismo, al que ingresara a los catorce años.
Levantando siempre como metas la unión de los argentinos, la defensa de
los derechos del trabajador, y la búsqueda de hacer realidad una
sociedad mas igualitaria.
Nacido en La Plata el 27 de junio de 1939, ya al cursar sus estudios
secundarios en el Colegio Nacional de esa ciudad, canalizó sus nacientes
inquietudes políticas fundando el Centro de Estudiantes Democráticos.
Durante sus estudios de abogacía en la Universidad platense integró la
agrupación reformista Unión Universitaria, antecedentes de la actual
Franja Morada, siendo además Consejero Académico por el claustro de los
educandos.
En los años 1963.64 actuó como Secretario del H. Concejo Deliberante de La Plata.
Radicado luego en Bahía Blanca –hasta poco después del derrocamiento de
Illia- ejerció allí su profesión y el periodismo, otra de sus pasiones y
forma de canalizar sus ideas y mensaje sobre su concepción del
radicalismo y la sociedad.
“En Lucha”
En 1968 ya reinstalado en su ciudad natal, impulsa y crea el grupo “En
Lucha”, nucleandose en torno suyo un grupo de jóvenes radicales
dispuestos a no resignarse a contemplar como el autoritarismo gobernaba
la República.
En 1970 impulsa y dirige “En Lucha. Órgano de la militancia radical”,
publicación de pretensión quincenal, que aparecería esporádicamente y de
acuerdo a los escaso medios disponibles.
Esas pocas páginas, cuya precariedad conmueve, impresas en papel de mala
calidad y a mimeógrafo, hechas casi artesanalmente por “Radicales
jóvenes que venimos bregando –como lo decían en su primer número- en el
ámbito partidario desde hace varios años”, y que pretendían “mantener
informados a todos los militantes del Radicalismo sobre los problemas
fundamentales del país y del partido”.
Sumando a la palabra la acción, ese grupo de jóvenes radicales recorría
incansablemente la provincia, reafirmando la necesidad de poner en
marcha a la UCR.
Sus concepciones precisas y contundentes sobre el papel de los
trabajadores en el proceso político nacional, lo llevaron sin dudar a
convertirse en abogado de la combativa CGT de los Argentinos, conociendo
en 1971 la cárcel y siendo puesto a disposición de la Cámara Federal.
Fue el grupo “En Lucha”, y con él, la Junta Coordinadora Nacional de la
Juventud Radical, uno de los aportes significativos para la fundación
del Movimiento de Renovación y Cambio, por el que Karakachoff fuera
convencional nacional en 1972, tocándole jugar un papel destacado en la
elaboración de la plataforma electoral para los comicios de 1973 en los
cuales fuera candidato a diputado nacional.
“Así mataron a mi hermano”
Dejemos la palabra a su hermano Gustavo Karakachoff, quien así relatara los episodios del secuestro y asesinato de Sergio:
“El 9 de septiembre a la mañana, unos diez automóviles Falcón con cerca
de 40 hombres vestidos de civil, algunos de ellos con las caras
pintadas, ingresaron en la casa de Teruggi, donde este se encontraba con
su mujer y su hijo. Se llevaron al socio de mi hermano, y un grupo se
quedó con la mujer”.
“Simultáneamente otros grupos de tareas allanaban la ofician y la casa
de Sergio, el no se encontraba en ninguno de los lugares, pero se puso
de sobreaviso a través de la mujer que cuidaba a sus dos hijas en una
guardería céntrica, quien le comunicó que hombres vestidos de civil que
se identificaban como pertenecientes a las FFAA lo habían ido a buscar”.
“Cuando Sergio es informado de la situación, decide ir a buscar a su
mujer, pero en el camino resuelve pasar por la casa de Teruggi, ubicada
en 16 y 526 (...) cuando Sergio llega, al mismo tiempo regresa el grueso
de los integrantes del grupo de tareas y se lo llevan”.
El resto es conocido y repetido: los cuerpos de Karakachoff y Teruggi
aparecieron el 12 de septiembre acribillados a balazos al costado de la
ruta 36 entre las localidades de Arditti y Bavio, en el partido de
Magdalena.
Ni siquiera el velatorio de sus restos se escapó a las demostraciones de violencia de los grupos paramilitares.
Amparados en la impunidad que disfrutaban, con disparos intimidatorios y
reiteradas pasadas a alta velocidad por el lugar, parecían los asesinos
ponerle la firma al crimen cometido.
Pero se equivocaban si pensaban que con ello evitarían que una multitud le diera su último adiós.
Así desfilaron por el lugar, Ricardo Balbín, Raúl Alfonsín y muchos
otros dirigentes de distintos partidos que se entremezclaban con simples
hombres y mujeres, militantes jóvenes como en nuestro caso y otros no
tanto, acongojados todos, conteniendo el temor, la impotencia, pero
reafirmando por lo bajo el compromiso de tomar la posta y seguir
trabajando para recuperar la democracia.
“En estas horas inciertas y brumosas que vive la sociedad argentina, le
ha tocado al Dr. Sergio Karakachoff caer víctima de un brutal, infame e
incalificable asesinato”, así comenzó expresando el ex gobernador
Anselmo Marini al despedir los restos en el cementerio platense, en una
alocución cargada de un fuerte tono crítico y de repudio hacia la
violencia y el autoritarismo.
Previo a ello, el cortejo se había detenido en la sede de la Junta
Central de la UCR platense, donde Federico Storani desde uno de los
balcones de la misma, sostuvo que “abrimos este local porque ésta era la
casa de Sergio Karakachoff”, para sostener con énfasis –entre otros
conceptos- “que no aceptamos provocaciones ni nos van a intimidar con
este tipo de acciones”.
Ricardo Balbín por su parte, difundió una declaración pública que
comenzaba sosteniendo “Cumplo con el deber inexcusable y la
irrenunciable obligación de expresar la indignada protesta y requerir el
esclarecimiento de los hechos (...) No hacerlo importaría una
complicidad con el silencio y serviría a la proliferación del miedo o la
intimidación que tanto perjudica y malogra la vida de los pueblos”.-
“El primer ruido”
Casi como una ironía del destino, a escasos días de los asesinatos de
Karakachoff y Teruggi, veía la luz editado por un grupo de jóvenes
radicales, el periódico “ La Causa”, para cuyo único número, Karakachoff
había realizado dos colaboraciones.
Ambas reflejaban sus preocupaciones centrales. Una de ellas titulada
“Acerca de la violencia”, repudiaba esa violencia que horas después lo
tendría como víctima.
La otra se refería a la posible reforma de la ley de asociaciones profesionales, otro de sus temas de interés.
En esas mismas páginas, bajo el título de “Semblanza de un militante”,
Federico Storani se refería a este asesinato para concluir su artículo
afirmando: “Compañeros: para un militante no hay nada que produzca mayor
satisfacción que saber, tener conciencia de porque y para que se
lucha”.
“Esta conciencia es la que renueva las fuerzas y da voluntad para
seguir. Sergio Karakachoff sabía para que vivía y también sabía porque
moría. Este no es un simple consuelo, es la reafirmación de que vale la
pena correr el riesgo cuando hay un profundo convencimiento”.
“Su vida ejemplar como militante del radicalismo es la que debe perdurar
en nuestra memoria, su voz en las asambleas, su palabra en las
reuniones es la que se seguirá oyendo mientras viva un militante de la
Juventud Radical”.
“Ya hemos asumido un compromiso militante, la muerte de Sergio fortalece y renueva”.
“Si el viviera nos diría con el poeta: ten el tesón del clavo
enmohecido/ que ya viejo y ruin vuelve a ser clavo/ no la cobarde
intrepidez del pavo/ que amaina su plumaje al primer ruido”.
“Compañeros: se ha producido el primer ruido, no debemos bajar los brazos”.
Acertadamente –sobre esto.- dijo Julio Fernández Cortés al cumplirse
diez años del asesinato, “Nadie los bajó...por eso disfrutamos esta
democracia”.
El mejor homenaje
El retorno de la democracia, el triunfo electoral, las nuevas
realidades, no hicieron que su recuerdo pase al olvido. Al contrario.
El primer aniversario en democracia de su muerte, la Cámara de Diputados
de la Nación le brindó su homenaje, correspondiendo al diputado
Federico Storani –aquel joven que lo despidiera en 1976- recordar su
figura, de la que sostuvo que “supo ser un adversario leal, de los más
mordaces, de los mas incisivos, de los mas vehementes, pero siempre de
frente”.
En septiembre de 1986, un grupo de amigos y correligionarios concretamos
el que es sin duda el mejor homenaje a su memoria: La Fundación para el
Estudio de los Temas Nacionales Dr. Sergio Karakachoff, un ámbito
académico y pluralista donde analizar la realidad y proponer caminos
alternativos.
Publicaciones, seminarios, cursos y una constante actividad han ido consolidando el merecido prestigio de esta Fundación.
Reflexión final
Estoy convencido de que la mejor forma de recordar a los hombres y
mujeres que tomamos como ejemplo, es intentar en nuestra militancia
política recorrer el camino que ellos nos han dejado trazado.
No tuve el privilegio de ser amigo personal de Sergio pero sí
compartimos algunos tramos de militancia en la ciudad de La Plata cuando
ingresé a la universidad en 1973 de la cual, para ese entonces, Sergio
ya había egresado.
Cuando se produjo el golpe de Estado de 1976 yo era presidente del
Centro de Estudiantes de Derecho y recuerdo que teníamos en Sergio a uno
de los faros donde posar muestra mirada para ver cual era el camino
correcto que debíamos seguir.
En aquellos años de violencia y de sangre, Sergio tuvo siempre el
esclarecimiento suficiente como para marcarnos la ruta o el camino a
seguir.
Y ese camino era la unidad de los sectores populares y del pueblo
argentino. Teníamos que juntarnos por sobre las banderías partidarias y
ser capaces de generar un espacio político, en donde el pueblo argentino
pudiera verse representado y, a partir de ahí, combatir a la oligarquía
que nos ha oprimido históricamente.
Este era, en resumen, el mensaje de Sergio y esta fue al causa por la
que fue una de las víctimas elegidas por la dictadura militar.
Quienes lo mataron, como quienes asesinaron a tantos miles de
ciudadanos, quizás suponían que de esta manera no solo desaparecían sus
cuerpos sino también sus ideas.
Felizmente no pudieron lograrlo, y hoy a treinta y dos años de
distancia, el nombre y las ideas de Sergio Karakachoff siguen vigentes y
son sinónimo de una conducta y forma de interpretar y sentir la
democracia y al radicalismo, multiplicándose en un sinnúmero de hombres y
mujeres que mantendrán siempre presente su recuerdo.-
Para terminar, voy a utilizar las mismas palabras que don Anselmo
Marini, despidiéndolo a Sergio Karakachoff en el cementerio de La Plata,
dijo en aquel momento parafraseando a don Domingo Faustino Sarmiento:
“Bárbaros, las ideas no se matan”.
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